Seven Days

Y sonó su celular. No podía contestar, debido al fuerte trafico. Así cambio su rumbo hacia el norte para escapar del crudo invierno que se hacía sentir en esa parte de la ciudad. Pero en el norte también llegó el invierno con la misma intensidad, pero por razones inexplicables, ahí no les afectaba, y sus paraguas eran quitasoles de un sol que no existia, a 10 grados bajo cero, pero su dignidad intacta. Pero más inexplicable aún era que el trafico disminuía, solo ahí se dignó a revisar sus llamadas perdidas.


No alcanzó a leer el nombre cuando su aparato comenzó a vibrar, lo tiro lejos, fuera de su alcanze, fuera de su vista. Quien quiera que fuese podría esperar a otra vida, donde estuviera dispuesto a recibir el importante mensaje que seguramente le hubieran comunicado. Pero el aparato no paraba de vibrar. Sin importar quien fuera que llamara a esas horas, a un celular de una persona de su magnitud, el aparato no dejaría de vibrar en el bolsillo de la chauqeta que topa con el corazón. Son fenomenos fisicos impactantes pensó, aunque estuviera seguro de que una vidente hubiera recaudado suficiente dinero con el fénomeno como para rehabilitarse de su asquerosa profeción y dedicarse a barrer calles dignamente.


Su celular seguia vibrando, aunque él ya había caminado unas doce cuadras hacia el norte, donde el invierno es casi más crudo que en el sur, pero es una simple ilusión optica por contraste. Y fue ahí, aunque fue muy tarde, cuando se dio cuenta que su celular habia dejado de vibrar en el instante que se rompió al chocar contra la vereda. Y el zumbido incesante de su aparato, no era más que una mala jugada del invierno, una mala jugada para un hombre de corazón debil y cansado, el cual no podía soportar tanto trafico de colesterol. Y fue al momento en que su cabeza se golpea fuertemente contra el piso de la vereda, y el ataque al corazón ya es fulminante, cuando arroja una amplia sonrisa a nadie, y a nada. Una sonrisa de un hombre que muere, sin contestar esa llamada final del invierno.