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sábado, 3 de julio de 2010

Desvío

“You make my life and times a book of bluesy Saturdays. And I have to choose”
King Crimson.

Dejando escapar una bocanada de humo miré el anaranjado y desolador paisaje que se prolongaba desde mis pies hasta el infinito. Para ser sincera no me gusta el desierto, más bien me carga. Esa mística arrolladora que le pone los pelos de punta, a mí no me provoca más que depresión. Los acogedores pueblitos habitados por los cálidos oriundos, que lo transportan a qué-sé-yo que vidas pasadas y le abren sus chakras dejando entrar toda la energía positiva, me dan más bien la idea de deprimentes pueblos fantasmas de los cuales el gobierno se olvidó y aceptaron convertirse en tierra de nadie.

-Señorita, mi cabo quiere hablar con usted.

La voz salió de los labios de un hombre bastante bajo que viste el uniforme de carabineros de Chile, a pesar de tener una pinta de peruano que no se la saca ni el papa. Tiré el cigarro lejos y me puse a caminar hacia adentro. Yo no sé de donde se le metió ésta idea del “viaje espiritual” en su cabeza. Tal vez se dio cuenta de lo insoportable que ha estado éste último tiempo, sobre todo conmigo. Bueno, aunque ese fuera el motivo, éste viaje no nos está ayudando para nada.
¿Señora…? Señorita. ¿Señorita cuanto? No sé si esto es un retén, una comisaría o qué. Sólo sé que quien-quiera-que-fuese el arquitecto tenía en mente una perrera antes que un programa digno diseñado para seres humanos.
Se apellida Domínguez. Es cabo primero. La situación es un poco delicada, pero si quiere que le sea sincero, nosotros no queremos encerrarlo, ni mucho menos a usted. Me parece que usted es una persona razonable y que podemos resolver esto de alguna otra forma. Corrupto. Corrupto. Corrupto. No se lo dije, por su puesto, pero tampoco estoy dispuesta a pagarle un soborno a este hombrecito. Tengo náuseas y miro por la ventana. Debe ser la mezcla del paisaje deprimente, el ambiente a perrera y el hecho de que en muchos kilómetros a la redonda me encuentro sola con dos carabineros corruptos y el terco de mi pololo. Orgulloso. Orgulloso. Orgulloso. Si salimos de ésta te voy a matar.

- Vámonos al norte. Nos haría bien salir de éste ambiente asqueroso. Tú, yo, el auto y la pacha mama.

Le digo al señor Domínguez que necesito un poco de aire porque no me siento bien. El otro hombrecito de verde me escolta a la banca que está afuera. Por la ventana alcanzo a distinguir a la Sonia y al Raúl. Están encerrados en jaulas diferentes. Las náuseas aumentan. Más que asco, siento ganas de vomitar mi corazón. Preferiría mil veces más ir a la playa, pero te acompaño con una condición… llevemos a la Sonia y al Raúl. Mi mente se llena de recuerdos. Pequeñas peleas por celos. Medianas peleas por tú mamá. Grandes peleas por cosas insignificantes, como por ejemplo, mis hurones.

Tengo a la Sonia y al Raúl desde que nacieron. Los vi crecer y enamorarse. Mis pequeños hurones. Raúl ha preñado ya dos veces a la Sonia. ¿Se siente mejor señorita? Pobres criaturas. No saben la pena que me dan. Si más que hurones parecen perros y gatos. Siempre peleándose y mordiéndose. Yo sé que es cariño, que se aman y se necesitan. Es cosa de verlos encerrados en esas jaulas separadas, echándose miradas de quinceañeros por entre los barrotes de sus claustros. Se nota que se anhelan, y que les duele estar separados.

- ¡Yo vivo el momento! ¡No estoy ni ahí con que me sigas ahogando! Si pareciera que hasta a esos bichos los dejas hacer más cosas que a mí.

Orgulloso. ¿Por qué no me hiciste caso cuando te dije que pidieras indicaciones a tus queridísimos oriundos? Si me conozco el camino como la palma de mí mano, y ¡te juro! No estamos perdidos. Ahora estás encerrado en una perrera en algún lugar al medio del desierto cerca de Aguas Calientes. Me prometiste que jamás me abandonarías, pero es otra más de nuestras mentiras. Orgulloso. Yo sí estoy dispuesta a viajar por ti, aunque no me guste. Yo sí estoy dispuesta a abrir mis chakras por ti, aunque no sepa como. Yo sí te amo, aunque no lo demuestre. Y aún cuando pocos metros me separen de tu celda yo sé que desde que te conozco, jamás me sentí tan sola.

- Buenos días, ¿Me permite ver sus documentos por favor?

Tu plan de recorrer el desierto partiendo de Aguas Calientes para terminar en el Valle del Elqui fracasó. ¿Podrían decender del vehiculo? Vuelvo al despacho del cabo primero escoltada nuevamente por su secuaz. ¿Y sus pasaportes? Conteniendo el asco me acerco al detestable uniformado ¡Abra las piernas por favor! El no-sé-quien-se-cree-que-es de Domínguez me toca el culo cuando trato de sobornarlo. Traspaso ilegal de la frontera sin pasaportes y con dos animales sin el respectivo permiso. Me dice que elegí bien, ya que nos podrían haber encerrado por harto tiempo, aunque sólo trato de aguantarme las ganas de escupirle la cara. Lo lamento, pero tendré que llevarlos detenidos. Agradezcan que los encontremos nosotros y no los de la frontera peruana. Y ahora, por sobre el descomunal asco que me invadía se superpone la emoción incontrolable del reencuentro. Estás libre.

Libre. Libre. Libre.

Nos subimos al auto sin mirarnos. No nos dirigimos la palabra. De nuestras espaldas se desprendió el peso de la selva de mentiras que alguna vez nos dijimos, y ahora, nuestras ruedas no tocan el camino. Miré a la Sonia y al Raúl. Supe inmediatamente que ésa jaula había hecho que la Sonia se diera cuenta de cuanto lo necesitaba, y que si él no estuviera con ella, extrañaría todo sobre él. Cada segundo, cada pelea, cada instante. Te miró. Me miras. Sonríes. Sonrío. Tal vez si valió la pena el viaje.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Tributo

Para JB y KG. El tributo del tributo, jamás superará el original.

Debo advertirles que éste conjunto de palabras que están leyendo en éste momento, corresponden a una historia completamente verídica. Y les juro sobre la tumba de todos mis antepasados, que todo lo que leerán a continuación ocurrió realmente. Si. Ni una sola palabra que puedan leer aquí exagera o contrarresta alguno de los hechos que, por muy increíbles que puedan sonar, me tocaron vivir aquel día. Bueno, vamos al grano. Con ustedes, mi humilde historia: Tributo.

Todo comenzó en Diciembre del año pasado. Las personas que optaron por el nuevo experimento de la Universidad Católica, bautizado como “College”, entenderán en la pesadilla en la cual me encontraba inmerso. Para el resto que eligió una carrera normal, o simplemente no eligió una carrera, les cuento que en Diciembre se toman los ramos para el primer semestre del año siguiente. Ahora, ¿Por qué digo pesadilla? Mientras más opciones para elegir uno tiene, es decir, mientras mayor es la libertad de elección, más difícil es tomar la decisión. Como diría Sartre, la libertad de elección nos condena a la angustia, el desamparo y la desesperación. Mi intención no es sonar como un intelectual snob, de partida porque estoy muy lejos de ser intelectual y principalmente porque jamás e leído a Sartre (me leí un resumen para esa prueba), sino ejemplificar que para un alumno del College, la toma de ramos es lo más parecido a una crisis existencial.

Bueno, tal vez solo sea yo. La cosa es que elegir seis ramos cuando la oferta de éstos parece tender al infinito, no es tarea fácil. Sumido en la más profunda desesperación decidí esperar por alguna señal divina. Bueno, talvez la palabra no sea esperar, ya que jamás me imagine que realmente ésta aparecería. Pero señoras y señores, ésta apareció.

Por mi ventana se asoma una silueta, con destellos de luces blancas y doradas que iluminaron toda mi pieza. Quede pasmado. En un principio pensé que era Hagrid de Harry Potter, pero no me demoré mucho en darme cuenta que se trataba, nada más ni nada menos, que del mismísimo Karl Marx.

Pese a mi descomunal asombro, la divina aparición fue bastante menos destacada que las clásicas apariciones de las películas. Pero no me quejo, ya que en los tres segundos que estuvo Marx asomado por mi ventana dijo las palabras precisas para poner fin a mi martirio y así, finalmente, quedar de vacaciones. Y éstas fueron: “Taller de cuentos”.

Aunque el sol no se fue, el verano si lo hizo, y fue tiempo de volver a clases. Mi primera clase de taller de cuentos me dejó satisfecho, y las siguientes también. Marx había realizado una buena elección, y yo estaba profundamente agradecido. Bueno, eso fue hasta cierto día. El día en el que se forjó mi destino. El día en que el profesor nos cito a una salida a terreno a un local en Lastarria, y nos dio la misión de escribir un cuento que relacionara de alguna forma aquel café con cualquier historia de tema libre.

Me pase toda la semana tratando de escribir algo. Todos los intentos, además de ser bastante malos, ayudaron a frustrarme aún más. Traté de escribirlo muchas veces. Fallé en todos. A la semana siguiente me presenté sin el cuento, y ahora ya era personal. Tenía otros siete días para idear un cuento, y no me la iba a ganar. Maldecía a Marx en todos los idiomas posibles, y por mucho que esperara por señales divinas, estas no llegaban.

Decidí volver al local en Lastarria en busca de alguna idea o indicio. Estuve un buen rato mirando el lugar, a la gente, la vista, el barrio, aunque no se me ocurría nada. Pero algo realmente increíble sucedió. Resignado salí del lugar y me puse a caminar rumbo al metro. Solo tres pasos bastaron para verlo. Estaba ahí posado sobre la vereda, mirándome fijamente como implorando porque lo recogiera. Era un hermoso espécimen de un billete de veinte mil pesos. De esos que e visto en muy contadas ocasiones en mi vida y ahora solo nos separaban unos pocos metros. Lo miré fijamente de vuelta, creo haber escuchado a Andrés Bello implorándome porque lo recogiera. Y así lo hice.

Cuando llegue a mi casa, saque el billete de mi bolsillo para contemplarlo. Lo mire una y otra vez. Sabía que la clave de mi cuento estaba en él. Mire a Andrés Bello, y le pedí que me diera alguna ayuda. Por segunda vez en mi vida, mi pieza se iluminó con un destello luminoso procedente de una fuente totalmente ajena a mi ampolleta. Claro que ésta vez no se trataba de Marx, sino del mismísimo Andrés Bello, quien comenzó a realizar unos ruidos demoníacos y a arrojar destellos de colores imposibles de describir con palabras, desde dentro del billete.

- ¡Tú! – me gritó.

- ¿Si?

- ¡Tienes que escribir el mejor cuento del mundo!, o si no… ¡Me comeré tu alma!

Con el billete en mis manos comprendí que toda mi vida no había sido en vano. Comprendí que todas las acciones de mi vida se debían a que el destino quería que ese billete de veinte mil pesos estuviera en mis manos. Y comprendí porque Marx me eligió a mí, para entrar al taller de cuentos. Miré fijamente a Andrés Bello y le respondí: ¡OK!

Y comencé a escribir lo primero que se me pasó por la cabeza. Y justo resultó ser… EL MEJOR CUENTO DEL MUNDO. Mírenme a los ojos. No es difícil ver que uno y uno son dos, y que esto fue obra del destino. Tampoco es necesario que les cuente que Andrés Bello estaba estupefacto. Tenía los ojos desorbitados cuando leyó mi cuento. Me presentó sus respetos ante tal magnifica creación, se despidió, y luego se desvaneció en mis manos sin dejar más que cenizas.

Estimados lectores, éste no es el mejor cuento del mundo. Éste es solo un tributo. Porque aquel cuento que escribí esa noche, se desvaneció junto al billete y jamás podrá volver a ser leído. Me tienen que creer, y desearía que hubiesen estado ahí para escucharlo. Estimados lectores, ni siquiera me acuerdo del mejor cuento del mundo. Éste… es solo mi humilde tributo.


domingo, 18 de abril de 2010

La guerra po' weón


¿Qué cómo estoy? ¡Shú! Mejor ni le cuento compare. Tuve un fin de semana de aquellos. ¡Mono! ¡Sírveme uno jetón!... El pendejo tuvo una pataleta po’ weón. Y yo le dije a la Marta: “déjalo llorar, dicen que si los ignorai’ cuando tienen esas pataletas se les pasa sola la weá”. Cuando ya habían pasado tres horas de lloriqueo ininterrumpidos terminé de comprobar que este weón no era hijo del lechero, jajaja. ¡3 horas llorando sin parar, y nosotros no lo habíamos ni mirado!, ¡este weón tenía que ser hijo mío! Porfiao como una puerta… jajaja hijo e tigre, ah? ah?. Pero a mi no me iba a ganar. Si el weón quería guerra, guerra iba a tener. ¡Me gustan las guerras sicológicas!, sobre todo contra pendejos de 2 años, porque sé que tengo oportunidades, jajaja. La Marta me decía que ya era mucho, que tal vez le pasaba algo. ¡Puta pero yo soy machito po weón! Escucho que el pendejo sigue lloriqueando y gritando weás. ¿Que le va a pasar algo?, ¡si sigue pidiendo que le pasemos el cuchillo! Esa weá es pura maña. ¡Cabro weón! ¡Weón y emo además!, jajaja. ¿Pa qué weá puede querer un cuchillo?... ¡Este weón va a ser emo!, o Pokemon, ah? ah? jajaja.
La clave para ganar una guerra es tener una estrategia weón. Las más grandes batallas no se ganan con soldados se ganan con la ca-be-za. Mira al “Napolión” o al “Hitler”, grandes estrategas. Si da lo mismo cuantas pistolas o soldados tengai’, necesitai’ la ca-be-za. Igual este cabro weón es bien cabezón jajaja, pero no es lo mismo tener ca-be-za a ser un pendejo cabezón, ah? ah?.... jajaja. Vo’ me entiendí’ po’ compare. Si vo’ también te gastai’ el medio pedazo de cabeza y erí’ mas weón que las palomas. Jajaja no seai’ weón, no me vengai’ con weás, si sabí’ que me refiero a la cabeza de arriba. Yapo, pero como te decía, el pendejo me declaró la guerra, y yo estaba dispuesto a pelearla como los campeones. ¡Sírveme otra Mono!... ¡Pero échale más po jetón!..., ¡con cariño po! jajaja, ¡Eeeeso! ¿Yapo y que más?, ah sí! La guerra po weón. Decidí planear una estrategia pa’ dejar al “pendex” en su lugar, una cotota así como la de la película esa del weón con la cara pintá’ que grita como animal. Si weón, con decirte que hasta empecé a hojear este libro de guerra que escribió este chino el año del pico. No entendí ni weá eso si, jajaja. Pero la intención es lo que cuenta, ah? ah? jajaja.
Cuando el pendejo llevaba ya cuatro horas llorando le dije a la Marta que empezaría el “raund guán”, la primera batalla. Compadre, si yo ya me creía comando, jajaja. Mande cagando al pendejo a su pieza y le cerré la puerta. Le dije que si quería salir tenía que portarse bien el weón. Pero compadre, ¡el pendejo es porfiao’ como él solo!. Pasó dos horas más llorando en la pieza. Me tenía los cocos hinchaos, jajaja. Y no solo a mi weón, la Marta estaba pa’ la cagá’ también. Si me dijo terrible enojá’ que la weona prefería tener un cabro chico mimado de hijo, que seguir soportando al pendejo llorar. ¡Si el weón se escuchaba más fuerte que el “jevi metal” del vecino, y con la puerta cerrá’ y todo po weón!, jajaja. Casi me cagó toda la guerra la Marta. La tuve que chantar en seco antes de que abriera la puerta. Si yo también soy porfiao’ po weón, y ahora sabía que estaba solo po, si la Marta no me apoyaba en la guerra. Taba solo contra un ejercito de un solo soldao’ que me llegaba al ombligo, jajaja. No hay que confiar en las mujeres po compadre. Usted lo sabe más que nadie, ¿o no? Haber, deja adivinar porque andai’ acá hoy día. Te apuesto que la “peuca” esa te dejó pagando de nuevo, jajaja. Si yo no sé como chucha erí tan pobre si tení’ el “kino” tan acomulao’ weón, jajaja. Si las mujeres son lindas y todo, pero no se puede confiar en ellas. Son otra raza po weón, son como de otro planeta. Como mi taita siempre me decía, ¡No hay que confiar en nada que sangre por más de tres días y no se muera!, ah? ah?... jajaja.
¡Mono!, ¡Lléname el estanque!, ¡Gracias jetón! No sé que haría sin ti, jajaja. Bueno, ¿En que iba? Ah sí! Con la Marta no pegamos ni una pestaña esa noche. ¡El pendejo me ganó la primera batalla! ¡Lloro toda la puta noche po’ weón! Imagínate, el weón no durmió pa’ puro cagarme la vida. Yo estaba emputecío’, y mejor ni te cuento como andaba la Marta. Pero el pendejo no me la iba a ganar weón. Me pinté dos rallas en la mejilla estilo Rambo y empezó el “raund tchú”, jajaja. Ignorarlo no me había servio’ de nah’, así que ahora decidí agarrarlo y distraerlo hasta que se le olvidara la weá. Compadre, me faltó disfrazarme de payaso no ma’ y el pendejo nada. ¡Siguió llorando! Si este weón me va a tener que dar las gracias cuando sea guailón, porque cualquier otro papá normal le hubiera mandao’ un puro cornete, jajaja. Después intenté de todo weón. Me pase el día tratando de distraerlo y calmarlo. La Marta se puso chúcara y se fue a pasar el fin de semana donde su vieja. Me dijo que si quería ponerme al nivel de un niño de dos años era cosa mía, pero que ella no se prestaba pa esa clase de weás. ¡Compare! Le leía cuentos, le cantaba canciones, de todo weón. Si ya ‘toy listo pa “cuanto vale el show”, jajaja. ¿Imagínate me va bien como al Kramer?, jajaja, ah? ah? Pero es que el “pendex” es muy re porfiao’ po weón. Cuando la pataleta cumplió 24 horas me entré a preocupar. Ya pensé que le pasaba algo. Si ni cuando le salieron los dientes chillaba tanto el weón. Me asusté weón, pero en serio. Si le tomé la temperatura, le revise hasta los cocos. ¡Y nada weón! Yo taba’ más nervioso que monja con atraso, jajaja. Y derepente, el weón se queda callao’. ¡Quede pa’ entro’! Con los ojos rojos me mira el weón, así bien fijo. Y de la nada me dice: “¡Yo quiero el cuchillo!” y se larga a llorar más fuerte que antes. ¡Cabro de mierda!, jajaja. Ah? Ah?.
Oye, el cabro weón éste lloró toda la noche de nuevo. Llevaba más de un día seguio’ llorando. Yo ya estaba que le daba el premio al esfuerzo, jajaja. Pero la weá era una guerra, y compadre usted me entiende, ¡Yo no iba a perder!... ¡Mono! ¡Otra de las mismas!.. Así que compadre, se me ocurrió la solución final. La Marta no estaba y al fin use la ca-be-za. Le estaba preparando la mamadera al weón, y veo de lejos la botella de whiskey. “Un par de gotitas van a hacer que el weón duerma como lirón” pensé. Así que me aseguré y le eché el medio chorro, jajaja ah? Ah?. Compadre, ¿¡me podí’ creer que el weón no se quedo dormio’!? Porque lo que es yo, no me la creía weón. Se tomo toda la weá de leche y al seco, y al segundo siguió llorando, y no solo eso. ¡Siguió llorando hasta que cumplimos 48 horas seguías’ de pataleta! Compadre, ¡Me ganó!, ¡Me ganó la guerra un pendejo de dos años!, jajaja. Con la cola entre las piernas me fui pa la cocina, busqué el cuchillo con menos filo, ¡y se lo pasé weón!, ¡Le pase un cuchillo a un pendejo de dos años! Y ahí todo se puso color de hormigas weón. La Marta justo llego a la casa en el segundo que le pase el cuchillo. Si le salía humo de las orejas, jajaja. Y no me vay a creer lo que paso. ¡El pendejo se tajió a la Marta! La weona le trató de sacar el cuchillo y el pendejo le manda una puñalá’ digna del Cisarro, jajaja ah? ah? Si el weón no quería el cuchillo pa tajearse él po, el weón no era emo. El weón lo quería pa tajear a la mamá, jajaja. Un cogotero en potencia, jajaja ah? Ah?. No, no, no compadre. Si eso nunca paso. Te toy agarrando pal’ chuleteo’ weón. ¿Cómo va a tajear a la Marta weón?, jajaja. No, si la Marta llegó justo ahí, pero el pendex no la tajió. Agarró el cuchillo y lo miró. No alcance ni a darme cuenta y el weón ya lo había tirao’ al piso, y se fue caminando a su cama y se quedó dormio. ¡Si lo quería matar, compadre! ¡Pendejo y la retutasutata! Yo estoy convencío’ que lo hizo pa humillarme, jajaja. ¡El weón lo miró un segundo y se fue a acostar, después de haber llorao’ dos días seguíos!. No si esas cosas me pasan a mi no más, jajaja ah? ah? Y eso po’. Después la Marta me hechó la media foca por haberle pasao’ el cuchillo, así que me arranqué pa’ acá porque seguía enojá la weona. Así con la weá po’. ¿Y tú? ¿Qué contai’?... ¡Tay más guatón weón! Parecí prieta con esa polera apretá’, jajaja, ah? ah?

miércoles, 7 de abril de 2010

Lluvia

Y de la nada comenzaron a llover ranas. Se nubló derepente, y caían ranas. Si, ranas. De esas verdes que hacen “croak”, verdaderas ranas. Y no me sorprendió tanto que lloviera en verano, simplemente, me sorprendió que llovieran ranas. En general llueve agua, por lo menos las veces que recuerdo haber visto lluvia, llovía agua. Agua, de esa que hay en los lagos, en el mar y de la misma que sale de la llave cuando la giras a la derecha. Agua. Y es que estaban pasando cosas raras desde hace mucho tiempo, pero ¿ranas? Esto ya era el colmo. Pensé en escribir una carta formal al gobierno para quejarme del servicio de lluvias, pero bueno, me conozco, y no lo iba a hacer. Además no se si esto de la lluvia tiene que ver con el gobierno, la verdad es que ya ni me acuerdo. Y si ves que por tu ventana caen ranas en vez de agua, tienes la certeza de que alguien más se va a quejar por ti.

Estaban pasando cosas raras desde hace mucho tiempo. La otra vez fueron conejos. Por favor que alguien me explique desde cuando llueven conejos. Y lo más patético es ver a esta tropa de insensatos arrodillados en los patios de sus lindas casitas suburbanas. Arrodillados pidiéndole perdón al Señor, como si fuera de ellos la culpa de que caigan conejos. Hace muchos milenios pedían perdón en las tormentas, pensaban que eran el castigo de Dios, y si llegaba a caer un trueno mejor ni les cuento. Quizás que culpas sentían antiguamente por cada lluvia que había. Pobres. Miles de años después aún existen estos tipos, arrodillados, pidiéndoles perdón a conejos aturdidos en el suelo. Arrodillados. Rogando misericordia del señor.

Y es que no entiendo a ésta gente, que por no poder explicar ciertos fenómenos tienden a arrodillarse. Como si Dios decidiera ahora, en pleno año 2010 vengar todos los pecados de la humanidad. ¿O es que acaso piensan que antiguamente los pecados eran menos? Probablemente no estén al tanto de que en la edad media el que no tenía tres asesinatos en el cuerpo era débil. Bueno, no se si era tan así, pero era unos bárbaros. Y que no me vengan con que Dios no sabía. Talvez creen que Dios es chapado a la antigua, que se quedo con la moral de la edad media, y detesta profundamente la vida post-moderna que llevan estos humanoides en sus suburbios Yankees, o post-post-moderna, ya ni se en que estamos. La cosa es que me niego a creer que esto sea obra de Dios, o de Satanás. Pero de que pasan cosas raras, pasan cosas raras. Y de que llovieron ranas y conejos, llovieron ranas y conejos, no les miento.

Yo estoy seguro que hay una conspiración detrás de todo esto. Estoy seguro que debe ser algún plan maléfico de Jorgito doblevé Bush, o de algunos de sus amigotes buscando alguna escusa para robarnos nuestras tierras. Bueno, si se que suena egocéntrico pensar que Jorgito y sus amigos planearon algo en contra de mi queridísimo país, pero todos sabemos como es él, nunca se sabe lo que quiere. Y cuando lo quiere, lo tiene. Bueno al menos ya no esta al mando, lo relevó este morocho que no usa dialecto de negro a menos que él lo desee. Una lástima, ya que me entretiene tanto el dialecto de negros, sobre todo el de los de estados unidos. Aunque prefiero por lejos el de los de Jamaica. Bueno, me fui por las ramas. Me pasa a menudo. Mi hija dice que es porque veo mucha tele. Yo creo que son las pastillas, aunque puede tener razón, ya que desde que murió la Gabriela que no hago mucho más que ver tele todo él día. Pero todo lo que sea llevarme la contra es su especialidad. Con decirles que ni siquiera quiere admitir que yo soy su padre, lo niega, dice que vino ayudarme, pero que eso no la hace mi hija. Como si yo no supiera que es mi hija, como si no la hubiésemos cuidado con la Gabriela desde que nació. Ingrata no más, mal agradecida. Y aún así viene casi todos los días a llevarme la contra. Igual la quiero, más que mal, es mi hija. Y me ayuda mucho. No sé que haría sin ella.

Yo no quiero que piensen que soy alaraco ni nada, pero es que ver una rana cayendo del cielo es algo inusual. No muchas cosas me sacan de la cama a mí, pero aquella noche estaba de pié junto a la ventana, entumecido de frío ya que me daba flojera recoger mi chal, atento a cada uno de los anfibios que caían afuera. Lo que pasa es que nos llueve sobre mojado. Primero el terremoto, luego los conejos y después las ranas. Yo estoy seguro que detrás de todo esto esta la HAARP, pero claro el único que me entiende es mi amigo Salfate, el resto cree que hablo tonterías. El otro día le comente a don Julio todo esto, de cómo los yankees están destruyendo todo y que no les importa nada. Pobre don Julio, no entendió nada, ya no escucha ni con ese audífono que le ponen, pero tan re sabio que es.

Todo esto que les escribo no crean que es en vano, tal vez me doy muchas vueltas, si, pero la historia que les quiero contar parte precisamente ese día. Él día en que llovieron ranas en vez de agua. El día que después de contarle a don Julio sobre la HAARP, me responde con un tono sereno: “Mire don Raúl, yo no se que diantre habla ute’, pero lo único que le pueo’ decir, e que si a mi me preocupara algo tanto como a ute’ parece preocuparle, no taría’ sentao’ aquí conversando, taría’ afuera haciendo algo al respecto. O-cu-pan-do-me”
Si don Julio es muy sabio. Yo no hice mucho con mi vida, y ya estoy viejo. Pero las palabras de don Julio rebotaron en mi cabeza por días, sobre todo ese “O-cu-pan-do-me” que marcó como si yo estuviese en primero básico y el fuera mi profesora jefe aplaudiendo sílaba por sílaba. Tal vez tenía razón. Mi paso por esta vida había sido bien “low perfil” y gaste mi vida quejándome más que haciendo cosas. Fue entonces cuando decidí hacer algo con mi vida. Nunca es tarde, pero necesitaría ayuda.

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Cuando conocí a don Raúl me pareció un tipo muy extraño. Era notoriamente viejo y senil, y tenía un grave problema de no poder separar la realidad de la televisión. Me acuerdo perfectamente de ese día, por que marcó mi vida.

Me acuerdo que fue extraño. De la nada comenzó a llover. Se nubló y comenzó a llover en pleno verano. Y es que no es usual que llueva en pleno verano en Santiago, talvez en la costa puede ser, pero en Santiago, es bien raro. Esa noche trabajábamos, o por lo menos así le decía yo antes. El sucio, el siberiano y yo, éramos imparables en el negocio de las bombas de bencina. Yo esperaba con el auto prendido, mientras el par drenaba la caja registradora. El sucio vigilaba a la gente, que nadie se moviera y que no hicieran cosas raras. Tenía un vozarrón potente con el que le gritaba cuanto garabato se le ocurría para asustar a la gente. El siberiano en cambio, tenía el poder de la mirada. Le decíamos el siberiano porque tenía un ojo verde y el otro gris, con una mirada penetrante y un movimiento de cejas el personal de la bomba de bencina ni soñaba con rebelarse o intentar algún heroísmo. Fuimos exitosos hasta esa noche. Esa noche de lluvia veraniega que terminó con mi carrera al volante.

Cuando llegamos a la bomba de bencina todo era normal según lo planeado. El siberiano y el sucio entraron y surgieron el protocolo al pie de la letra. Pero parece que las fuertes amenazas del gobierno con cerrar la puerta giratoria a la delincuencia fueron tomadas en serio por los delincuentes capitalinos ese día, ya que la única cuca de la 25ª comisaría de Maipú que deambulaba a esas horas por las calles, decidió ir a tomarse un café a la bomba a falta de llamados. Si, precisamente a “esa” bomba.

Al llegar la cuca no lo pensé dos veces. Arranque abandonando al par adentro de la bomba, dejándolos como carnada para que los pacos se los llevaran a ellos. Me sentí mal por un rato, pero se que ellos hubiesen hecho lo mismo por mi, lo que me reconforto un poco.
Deambulé por Santiago, hasta perderme. Ñuñoa, o talvez Macul. No lo sé, solo sé que estaba lejos. Cuando encontré una calle desconocida y bien arrinconada estacioné el auto y me quede dormido. A la mañana siguiente desperté asustado por un par de golpes en la ventana, era una enfermera que me dijo que no me podía estacionar ahí porque era estacionamiento de visitas de un acilo de ancianos. Moví el auto unos metros y un nuevo golpe en la ventana me vuelve a asustar. Ésta vez era un viejo, de aspecto demacrado.
- ¿Puedo entrar?
- No, no. Esto no es un taxi, solo estoy estacionado.
- Me gustaría proponerle un trato.

El viejo me dio lástima y lo deje entrar. Se llamaba Raúl, vivía en el acilo de ancianos que está dos casas más atrás. Me hablaba de cosas extrañas, de ranas y conejos y de comenzar a vivir la vida. Solo entendí que quería que lo ayudara. Que me pagaría mucho dinero. Claramente accedí. El viejo era presa fácil, mucho dinero y frágil mente.

Comencé haciéndole mandados. Me pedía que hablara con el presidente de la república, que indagara en la dirección meteorológica de Chile o que investigara la relación de los conejos con la Biblia entre otras cosas. Mandados los cuales yo no cumplí, y por los cuales se me pagaba muy bien. Don Raúl tenía las cosas claras, estaba dispuesto a todo con tal de averiguar que estaba pasando con el mundo. Era un soñador.

En mis numerosas visitas al acilo, conocí a su enfermera. Se llamaba Patricia, tenía 25 años. Patricia fue la clave para comprender a don Raúl. Me contó que veía televisión todo el día, hasta el punto que cuando no la estaba viendo, confundía la realidad. Patricia sabía que yo lo estafaba, pero no me decía nada. Más que mal, los dos estábamos ganando algo con su vejez. Ella ganaba cuidándolo, yo ganaba haciéndolo feliz.

Don Raúl cree que Patricia es su hija, la quiere y la odia como si fuera su hija. Aunque su verdadera hija vive en México, se fue al poco tiempo de que falleciera Gabriela, su madre. Jamás ha venido a visitarlo. También cree que Salfate es su amigo, y que vive en la pieza de al lado suyo en el asilo. Habla solo por horas sobre conspiraciones con un personaje televisivo que no ésta presente.

La creatividad se me agotaba, la mente de don Raúl era muy ágil para su edad, y ya no sabía que historias más inventarle para cada uno de sus mandados. Creo que e leído más trabajando para don Raúl que lo que leí en total cuando fui al colegio. Pero creo que don Raúl está contento con mis historias, al menos lo parece. Cree que está llegando al meollo del asunto, y que podrá por fin entender este mundo tan caótico.

Murió dormido una noche. Gritaba en sueños cosas acerca de la mafia y espías secretos que buscaban callarlo. Yo ahora trabajo en el asilo, y busco el perdón del señor trabajando para los ancianos. A veces me arrodillo y ruego al señor por haber encontrado a don Raúl. Quizás no lluevan conejos o ranas, pero siempre existe algo que nos muestra el camino en la vida.

jueves, 25 de marzo de 2010

La culpa es de los veganos

“La culpa es de los veganos” pensaba Raúl mientras corría a esconderse tras el mostrador de la cocina americana del departamento. “…de los veganos y de los malditos ecologistas” se decía a si mismo mientras colocaba la cámara de video escondida en el cajón donde guardaban los paños de cocina.

Raúl era un tipo muy interesado por la naturaleza, y por la relación de ésta con los seres humanos. Aunque su posición al respecto era clara y precisa.
“El hombre es el único animal digno de habitar la tierra, el hombre es el único animal capaz de razonar y controlar sus impulsos” entonaría con pasión Raúl en uno de sus aclamados discursos. “… cualquier otra especie animal debe mantenerse al margen del ser humano y solo debe existir a medida de que sea útil para el hombre o para su subsistencia placentera”.
Las masas son influenciables, Raúl lo sabía. Le gustaba. Adoraba controlar al público con su oratoria. Tal vez no dimensionó lo peligroso que esto era.

Raúl nació con un rencor hacia todo lo que no fuera humano o creado por el hombre. Desde que tiene memoria fue alérgico a la primavera, al verano, al invierno y al otoño. Fue atacado por perros, escupido por guanacos, defecado por palomas y rechazado por gatos. Estudió ciencias políticas, realizó su doctorado en Francia, cuna de la razón moderna, volvió a Chile para su cumpleaños número treinta. Se codeo con los más grandes políticos y magnates de la “elite” nacional, entre ellos a su gran mentor Luis Piñeiros por quien sintió una atracción intelectual inmediata al enterarse de que Piñeiros además de ser senador y empresario, combatía las hordas rebeldes de veganos en Pascualama. Raúl odiaba a los veganos, ecologistas, hippies y amantes de la naturaleza de toda clase, le molestaban incluso, las señoras que tratan a sus perros como humanos y los visten con chalecos tejidos por ellas. Más aún los odiaba, si su intención era perturbar el orden económico como esas escorias que decidieron hacer de Pascualama un verdadero campo de batallas. Así, cuando cumplió cuarenta años, formó junto a Piñeiros el partido político P.E.H. (Partido Económicamente Humanizador), convirtiéndose en el primer partido oficial que buscaba poner fin a cuanta patraña ecologista se les cruzara por delante. El partido no fue muy popular, contaba con una pequeña pero fiel lista de seguidores. Pero eso cambiaría dos años después, cuando Luis Piñeiros fue brutalmente asesinado en condiciones muy dudosas, que por cierto fueron atribuidos a las bandas terroristas veganas. Raúl comenzó una campaña anti-terrorista y anti-ecologista que con un buen respaldo de los medios de comunicación y el apoyo de sus contactos poderosos logró llegar al poder. Raúl amaba el poder. Raúl amaba a las masas, quizás más de lo que debía.

Raúl ingresó al campo de concentración a seis meses de haber cumplido cuarenta y ocho años. Estaba recluido en una celda común con un par de conocidos del ex-partido P.E.H. “Malditos veganos, como los odio” refunfuñaba Raúl sin respuesta de sus compañeros. A los dos días de haber ingresado, entró uno de los guardias que para variar era un chancho. Desde la revolución animal todos los chanchos eran guardias y la gran mayoría de las aves eras espías o vigilantes.
- ¿Raúl Fernández? – Preguntó el chancho en un español con acento gracioso.
- Acá, mi porcino amigo.- Respondió Raúl en tono irónico.
- Estai’ libre. Rajón, tenis’ amigos poderosos.- informó el animal, que a juzgar por su voz de pito y porte, Raúl pensó que debía ser un lechón.

Aún sin dimensionar la noticia, Raúl salió del campo de concentración ubicado en algún bosque del sur. Afuera lo esperaba un elegante pastor alemán, muy buen exponente de su raza, quien notoriamente movía la cola dentro de su pantalón Armani. Raúl lo reconoció inmediatamente. Era el único animal que conoció en su vida a quien no detestaba. Se llamaba Spike, había sido el perro de Luis Piñeiros. Fue domesticado y entrenado en Suiza, era por lejos el perro más humanizado que Raúl conocía, el único instinto animal que seguía sin ahogar era el de mover la cola.
Fueron por unas cervezas y conversaron largamente. Raúl se enteró de todos los hechos de la revolución animal. De cómo habían sido entrenados por los veganos, quienes les enseñaron desde lo más básico como hablar y leer, hasta las cosas más rebuscadas en materias de psicología, estrategias de guerra y torturas. Spike le contó que los perros y delfines están al mando de la tierra y el mar respectivamente apoyados por todo el reino animal. Los veganos fueron eliminados en su totalidad por la fauna local, y el resto de los humanos seguían haciendo una vida normal en tanto se “mantengan al margen de los animales y útiles para éstos y para su subsistencia placentera”. Raúl sonrió falsamente ante tal ironía. “Puedes quedarte en mi departamento” le anunció Spike al retirarse, “…aquí están las llaves”. Raúl se tomó un segundo para meditar lo que acababa de oír. Los veganos muertos y él, líder de la oposición animal” estaba en libertad. “¿No muerdas la mano que te da de comer?... ¡patrañas!” concluyó.

Raúl odiaba el nuevo orden de las cosas, odiaba ver a los animales convertidos en dueños del país y más aún odiaba a los veganos por provocarlo. Llevaba dos meses escondido en el departamento de Spike ubicado en la comuna de Providencia (comuna completamente habitada por perros de raza y uno que otro humano escondido en las alcantarillas). Raúl sabía que algo había que hacer al respecto, solo que no tenía los medios para hacerlo. Tomó un libro de psicología humana que Spike tenía en la estantería y comenzó a hojearlo. Un fuerte ruido perturbó su lectura. Los dos ventanales grandes que daban al balcón fueron bruscamente quebrados por tres chanchos vestidos completamente de negro. Raúl no lo pensó dos veces, tomó la cámara de video y corrió hacia la cocina.
“La culpa es de los veganos” pensaba Raúl mientras corría a esconderse tras el mostrador de la cocina americana del departamento. “…de los veganos y de los malditos ecologistas” se decía a si mismo mientras colocaba la cámara de video escondida en el cajón donde guardaban los paños de cocina.
Los tres chanchos pertenecen a la unidad de control de humanos del régimen animal. Llegaron al departamento por una llamada de un vecino que creyó sentir olor a gente en el departamento de al lado.
Raúl prendió la cámara y comenzó a grabar dejándola apoyada en el cajón. Era solo cuestión de tiempo para que los porcinos del control de humanos descubrieran donde estaba. Se asomó por el mostrador y solo vio a dos de los tres chanchos revisando el departamento. Un fuerte golpe en la cabeza advirtió a Raúl de que el tercer chancho estaba detrás de él. Raúl se desploma en el suelo, mientras los tres chanchos le propinan golpe tras golpe. Uno de ellos le ata las manos a un pilar, para poder golpearlo sin problema alguno. Luego de una brutal paliza de aproximadamente diez minutos, Raúl cayó inconciente. La paliza continúo por cinco minutos más, hasta que Raúl Fernández dejó de respirar.

Spike gozaba de un buen puesto en el gobierno animal. Creía en la justicia y en la igualdad, términos que aprendió con la revolución animal. Aunque lo ocultara, Spike hablaba español desde que era un cachorro, pero jamás escucho a su amo mencionar ninguna de esas dos palabras. Spike no estaba de acuerdo en el aislamiento de los humanos, mucho menos en los asesinatos. Íntimamente se sentía más humano que animal, cosa que disimulaba mientras realizaba sus discursos.
Spike llegó a su departamento esa noche y notó las manchas de sangre en el piso de la cocina. También leyó la nota puesta en el refrigerador: “Don Spike. Nos hemos visto en la obligación de intervenir su departamento debido a un caso de humanos dentro de su propiedad. El gobierno lamenta mucho los daños a sus posesiones, pero tenga por certeza que todo será compensado. Unidad de control de humanos. Gobierno Animal.” Así como también notó sus ventanales completamente destruidos. Pero nada de eso perturbó tanto a Spike como lo que encontraría después. En el cajón de la cocina, estaba la cámara, con el espantoso video de la muerte de Raúl.

En el palacio de la moneda se escuchaba una voz poderosa, una voz que gritaba al público “…¿En que nos hemos convertido?...”, era la voz de Spike, que criticaba los métodos del gobierno. “…El poder nos ha vuelto iguales a aquellos a quienes denominamos inferiores…” continuaba gritando Spike mientras agitaba su puño en el aire. “Los humanos nos han enseñado, y con eso nos han corrompido. Y me apena decirles que jamás podremos volver atrás”. El pueblo animal, la gran masa animal desaprobó el discurso. “El animal jamás sería igual al hombre, ni siquiera se le asemejaría” pensababan las manadas, bandadas y los cardúmenes. Las masas son estúpidas e influenciables, pero aún así Spike fue apiedrado en la plaza de la constitución y el video de la muerte de Raúl fue confiscado y luego quemado por miembros del gobierno animal para no ser vuelto a ver nunca más.

miércoles, 25 de abril de 2007

Arbeit Macht Frei


Y con esas palabras de bienvenida llegue a este mundo con grandes propósitos, desde muy chico siempre creí que estaba destinado para algo más, algo fuera de lo común, algo que me convirtiera en alguien especial. Además mi madre siempre me hizo sentir así.
A medida que fui creciendo descubrí que mi madre no era la única, de hecho, la gran mayoría de los padres piensan eso de sus hijos. Los hijos de ellos también eran especiales. Pero si los hijos de todo el mundo eran especiales, yo no lograba entender de donde salían tantos adultos comunes.
Ese fue mi primer gran tropiezo. Luego entendí que nadie era especial, incluyéndome. Yo que siempre creí que era especial, me di cuenta que era normal, y lo que mas me dolió, me di cuenta que era mucho mas normal que cualquiera.
Trabaje mucho en buscar mi identidad, mi vocación, mi futuro, mi esencia, mi ser. Pero me di cuenta que era una batalla perdida. Una batalla inútil, un simple mortal tratando de buscar una aguja en un pajar.
Si esta vida es un campo de concentración, yo era un judío desarmado peleando contra mil nazis. ¿Como puede alguien pelear sin tener un ideal?, sería como un Quijote sin Dulcinea. La batalla que no tiene un fin, esta perdida de antemano.
Esa guerra fue muy larga, ya estoy cansado y sucio. Pero aún no estoy tan sucio como para abandonar. Si realmente lo quieres, no puedes abandonar. Ganes o pierdas. Los perdedores no son los que no ganan, son lo que tienen tanto miedo de no ganar que ni siquiera lo intentan. Por eso no abandoné. Cuando la guerra esta perdida, llega el segundo aire, un "acarrú" que sale del corazón. Ni un nazi me detendrá, y si lo hace moriré por un ideal, por un fin. Es mas honorable morir joven con un ideal, que despertar un día en la sala de las ultimas oportunidades para darse cuenta que la mía ya se esfumo, y tan solo esperar la muerte para que cambie la rutina de una vez por todas.
Pero yo no, no me rendiré ante estos nazis mal nacidos. Nunca recé, pero hoy estoy de rodillas, pidiéndole a alguien o a algo que proteja mi cruzada, mi bélica existencia. Si se quiere se puede.
Aunque nunca sepa cual es mi identidad, moriré tranquilo sabiendo que trate de buscarla, y que esta vida no me ganó. Seré recordado por mil años, como echo histórico o como el que le escupió el "Arbeit Macht Frei" en la cara a los problemas de la vida, el que le escupió el "Arbeit Macht Frei" en la cara a los nazis.

El Dinosaurio

Y cuando desperte, Barney todavia estaba ahí.

jueves, 5 de abril de 2007

El loco al que todos le querían pegar


Por cuático, por siniestro, por vanidoso, por egoísta, por longi, por pastel, por mentiroso, por feo, por ser demasiado inteligente, por lo que fuera, porque le levanto la mina a algún gueón que era mal amante, por mal amigo, por que era muy rico, por la razón que cualquiera de nosotros le quisiera colocar, todos, cada uno de nosotros tiene clara la imagen del loco al que todos le quieren pegar.
Da lo mismo su condición social, su edad, su alcurnia, su poder, su dinero, da lo mismo si es algún pariente, o un vecino, da la misma puta mierda si es conocido o desconocido. Hay un loco al que le queremos pegar, se lo merezca o no.
En particular, Raúl no se lo merecía. Era un hombre normal y simple, tan simple que la gente no notaba que el era simple, por la simple razón de que su simpleza no era simplemente entendida por la gente, ya que al no ser simple se ciegan a ver lo simple, no porque no quieran hacerlo, sino por razones aún mas simples que no soy capaz de explicar ahora, gracias al increíble grado de complejidad de la palabra “simple”. El caso es que Raúl, un hombre simple, sufre del abuso de otras personas ya que su simplicidad simplemente es pasada por alto y es mal interpretada, tomada como arrogancia, indiferencia o simple ignorancia.
Raúl se percato un día que ser simple, no es tan simple como todos se imaginan, ya que todos buscan una simple excusa para evadir sus falencias y desahogarse a simples golpes. La gente no es perfecta, ni mucho menos simple, ya que si fueran simples, nadie buscaría una simple excusa para proyectar sus carencias en un ser simple como Raúl.
Al momento que Raúl descifró esto, su simpleza había desencadenado el odio de toda la gente que lo rodeaba. A Raúl, todos le quieren pegar, no por una razón en especial, su simpleza desato una simple y común mal interpretación que su simpleza no pudo evitar, y para cuando concluyó que ser simple es lo más complejo del mundo, firmó la carta y con un simple jalar del gatillo, su simple vida se transformo en una compleja muerte.
Simple, ¿o no?.